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Matthew Lipman (1922-2010)


Matthew Lipman ha creado los materiales que sirven de soporte para volcar la filosofía hacia afuera. En un intento por entender mejor a Lipman y sus puntos de vista sobre la naturaleza de la filosofía se presenta una breve reseña de su vida y del origen de este programa.

Nacido en New Jersey, Lipman se graduó de la escuela en 1940. Sus estudios básicos, incluyendo su estancia en la Universidad de Stanford, en Shrievenham American University en Inglaterra y en la Universidad de Columbia estuvieron acompañados por tres años de servicio militar durante la Segunda Guerra Mundial. Recibió su grado académico en Estudios Generales en la Universidad de Columbia en 1948 y en ese lugar continuó su trabajo académico. Después estuvo en la Sorbona de París y en la Universidad de Viena donde estudió Filosofía por seis años más. Recibió su doctorado en Columbia en 1954 y se embarcó en su carrera académica enseñando varios cursos en la universidad y teniendo puestos administrativos por más de 20 años. Durante este periodo Lipman se incorporó como maestro en distintos Colegios y Escuelas de Nueva York.

Su trabajo académico estuvo enfocado principalmente en la estética, y además de publicar dos libros, recibió varios reconocimientos por artículos publicados en diferentes medios sobre este tema.

Lipman inició su trabajo de Filosofía para Niños en 1969, pero fue hasta que se afilió a Montclair State College en New Jersey, que el programa empezó a tomar forma. Ahí junto con Ann Margaret Sharp (1942-2010), Lipman estableció el Institute for the Advancement for Philosophy for Children (IAPC) y se embarcó en lo que sería su proyecto de vida: restaurar la conexión entre la Filosofía y la Educación, volcando la Filosofía hacia afuera.

El trabajo de Lipman ha sido notable, ya que además de las novelas del programa y sus manuales correspondientes, ha escrito Philosophy in the Classroom, Growing up With Philosophy, Philosophy Goes to School, Thinking in Education, A life teaching thinking. Además, ha publicado numerosos artículos, y sus trabajos han sido traducidos al Alemán, Francés, Egipcio, Hebreo, Chino, Danés, Español Italiano y lenguas diferentes de Islandia. También ha publicado Thinking, la revista de Filosofía para Niños desde el IAPC.

¿Cómo empezó Filosofía para Niños? es una pregunta que se le formuló a Lipman innumerables veces, a lo que contestaba de manera diferente en cada ocasión. En la entrevista referida por Tony W. Johnson, en su libro “Discipleship or Pilgrimage” (1995) Lipman comentaba: “Hay historias, pero no Historia, y si yo viviera tanto como Matusalén, esas historias continuarían y llegarían a ser más numerosas y diferentes”. Lipman siempre se resistió a ofrecer notas biográficas, temiendo que esto fuera a confundir más que iluminar el desenvolvimiento de su propuesta de Filosofía para Niños. Afirmaba que cualquier descripción de una vida y de sus logros, incluyendo una auto-descripción, cuando mucho llega a ser una reconstrucción parcial de los eventos que contribuyeron a la dirección que uno tomó en la vida o de los productos que logró. Cualquier biografía o autobiografía marca conexiones, pero ambos, el autor y la audiencia necesitan entender que las conexiones que se presentan son tanto inventos como descubrimientos. Teniendo esta precaución, Lipman en los últimos años de su vida, mostró más apertura para explicar como fue que surgió la idea de Filosofía para Niños.

En el 2008, en respuesta a la insistencia de muchos de sus colaboradores más cercanos y como una manera de facilitar el acercamiento a su propuesta, Lipman escribe su libro A life teaching thinking, un trabajo autobiográfico, un registro de su experiencia y un testimonio de vida. En este trabajo da una mirada general a las experiencias y personas que contribuyeron a este proyecto. Habla de su prima y de su esposo, Evelyn y Joseph Isaacson, a quienes Lipman conoció cuanto tenía como 15 años, caracterizándolos como equivalentes a sus propios padres. El interés de Joe por las artes le impresionó especialmente, cuando habla del trabajo de Joe, señala: “… probando, criticando, pero nunca con una inteligencia poco amistosa… Sin ese encuentro momentáneo, probablemente no hubiera yo acogido a la filosofía como lo hice cuando empecé a estudiarla cuatro años después, en Stanford. Su disposición de simpatía hacia toda indagación desinteresada me proporcionó un criterio de vida y de indagación intelectual.”

Lipman refiere así a los Isaacsons introduciéndolo muchos años después, al trabajo artístico de niños y a la educación. Durante los años sesenta, cuando los visitó en su casa, Lipman comenta que sus conversaciones se volvieron más frecuentemente hacia el tema de la educación, y aunque su novela: El descubrimiento de Harry (El descubrimiento de Filio Episteme, en la traducción mexicana) no fue producto directo de estas pláticas, si empezó a discutir con ellos la posibilidad de escribirla. Esto fue alrededor del año de 1968.

Lipman reconoce su deuda con John Dewey sugiriendo que Filosofía para Niños es una obra representativa de la teoría educativa de este filósofo, a quien tuvo oportunidad de leer mientras estuvo en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial, participando en un programa especial en la Universidad de Stanford. En estas circunstancias, su maestro Here Carl Thomas lo introdujo a la filosofía en general y de manera indirecta a Dewey.

En los años sesenta, a su regreso a E.U., se enfrentó a una reevaluación del sentido de la filosofía. Preocupado porque ni los estudiantes ni los académicos de la universidad, incluyendo los filósofos, mostraban “buen juicio” durante la crisis de 1968, Lipman se situó “en el proceso de hacer Filosofía más que en la supuesta sabiduría de cualquiera de los productos de ese proceso”. Dado que nadie razonaba muy bien, Lipman empezó a cuestionarse la eficacia de enseñar lógica a los estudiantes del bachillerato. Gradualmente llegó a la conclusión de que tanto sus estudiantes como sus compañeros habían sido “maleducados” y que ninguna cantidad de filosofía ni de lógica iba a remediar esa situación. Era demasiado tarde para ayudarles en la Universidad, pero como señalaban Sócrates y otros, incluyendo a Dewey: la filosofía puede aún salvar a las generaciones futuras.

En este sentido, Lipman había tomado la decisión de sacar a la filosofía de su encierro académico y volcarla hacia afuera, rescatando y restaurando la relación entre filosofía y educación. La estrategia de esta ambiciosa tarea “fue cambiar el suplemento de los alumnos antes de que llegaran a la universidad”, y así forzar el cambio en los años de estudio superiores. Buscando la semejanza entre la forma de pensar de los niños y la forma de pensar de los filósofos, la clave era mantener viva la tendencia natural de preguntarse y de encontrar sentido a las cosas, de maravillarse y preguntarse que los niños traen consigo cuando llegan al kinder.

Por ese tiempo, Rita Nadler, una abogada y vecina cuyos niños iban a la misma escuela a la que Lipman llevaba a su hijo, compartió con él sus impresiones de la escuela. Durante su conversación Lipman sugirió que las “escuelas deberían ofrecer un curso en razonamiento similar al que él estaba enseñando... en Columbia”. Ella le respondió con entusiasmo diciéndole “podrías hacerlo en forma de historia…” Aunque al principio estaba escéptico, la idea le quitó el sueño, y cuando relacionó sus pláticas con los Isaacson, además de otros factores surgidos desde su experiencia personal, terminó creando la novela de El Descubrimiento de Harry Stottlemeier.

Una vez iniciado el proyecto de inducir a los niños en una empresa filosófica a través de una historia, la pregunta siguiente era ¿qué clase de historia? Usar la narrativa para introducir ideas filosóficas no era una idea nueva, pero escribir una versión infantil de La Historia de la Filosofía era otra cosa.

Lipman pensó en historias que pudieran gustarle a él como si fuera un niño, y se convenció de que tendrían que ser para y acerca de los niños. La historia debería ser contada desde el punto de vista del niño, con la participación en la historia de otros niños y adultos, de manera que se fuera constituyendo “una pequeña comunidad de indagación en la cual todos compartieran, al menos en su mayoría, una búsqueda cooperativa para pensar, y descubrir las diferentes maneras de hacerlo...”

A diferencia de las novelas regulares, el escenario fue leve y no se desarrolla el carácter de un personaje en especial. Los niños se van distinguiendo por sus diferentes estilos de pensamiento más que por rasgos de carácter. Lipman explica “uno puede ser experimental, otro intuitivo, un tercero analítico, y un cuarto escéptico, y así sucesivamente. Aunque ningún estilo debe ser presentado como intrínsecamente mejor o peor que cualquier otro.” El hilo de la historia se desenvuelve a propósito del proceso de indagación, ayudando a los niños a descubrir y a aplicar los principios de la lógica. Después y ante los resultados tan positivos e innovadores se desarrolló el resto del currículum.

Filosofía para Niños ha sido difundido en todo el mundo, gracias a la colaboración estrecha de Ann Margaret Sharp quien promovió los talleres de formación a nivel internacional, y desde los cuales se integraron como profesores auxiliares y/o alumnos innumerables educadores y filósofos comprometidos con esta tarea propuesta por Lipman: sacar a la filosofía de su encierro académico e integrarla en el trabajo educativo.

Novelas del currículum de Filosofía para Niños

Escritas por Lipman y/o Ann Margaret Sharp.

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